sábado, 20 de octubre de 2012

MUJER EMBARAZADA





"La madre que lleva un hijo, debe tomar conciencia de los poderes que tiene sobre él, desde mucho antes de su nacimiento. No basta con amar de antemano a este hijo que va a nacer, hay que aprender cómo utilizar los poderes del amor. 
Al pensar, pues, en su hijo, la madre tiene la posibilidad de proyectar su amor hasta las regiones más sublimes para recoger en ellas unos elementos de los que el hijo tendrá necesidad más tarde, e infundírselos… unos elementos que trabajarán en él para que se convierta en un ser excepcional. 
¿Cómo puede creer una madre que con sus propios recursos es capaz de darle a su hijo todo lo que necesita si no va a buscarlo a otra parte, más arriba, en el plano espiritual? Así pues, de vez en cuando, durante unos minutos, varias veces por día, con sus pensamientos, con sus oraciones, que se presente ante Dios, diciéndole: "Señor, quiero que este hijo que Tú me das sea tu servidor. Pero para ello, tengo necesidad de otros elementos que sólo se encuentran junto a Ti: dámelos, por favor." 
Diréis que no es tan fácil presentarse ante Dios. Desde luego, pero es una forma de hablar. Al pensar en la belleza, en la luz, en la eternidad, la madre atraerá ya estos elementos sutiles más elevados y los proyectará sobre su hijo."

- Taller sobre la Maternidad -




martes, 9 de octubre de 2012

UNA CASA CON ALMA


María está casada con Luis y tienen un hija de dos años. Por asuntos de trabajo cambiaron de ciudad. La nueva casa hacía sentirse a María muy entusiasmada en un comienzo. Todo era nuevo y emocionante, sin embargo, poco a poco se fue sintiendo deprimida. Cada día era lluvioso, nublado y frío. No tenía amigos en la zona y Luis estaba fuera todo el día. Se sentía sola y abatida. La casa no solamente tenía gris el cielo, sino que las paredes también. Parecía que su vida iba por el mismo camino. Dudada de sí misma y de sus cualidades como madre. Comenzó a dudar de todo acerca de su vida. Recorriendo una tarde el barrio encontró unas ramas largas tiradas en el camino. Las arrastró a su casa, las colocó de pie en la sala de estar, de modo que se extendieran del suelo al techo, y entretejió unas lucecitas de árbol de navidad. Tenían un aspecto fantástico! La sensación que daba la habitación cambió completamente. El efecto fue mágico, ya que le recordaba una noche estrellada en el bosque, lo que le hizo sentirse mejor luego de finalizado. Luego compró, con poco dinero, un farol redondo hecho con papel de arroz y lo colgó delante de “su bosque”. Lo pintó de un color luminoso, de modo que pareciera una luna llena en el bosque. Al caer la noche, apagó todas las luces de la casa y encendió sus “estrellas” y su “luna”. El impacto que le provocó la llenó de gozo. La pequeña casita gris se había convertido en un santuario a la belleza…una casa para el alma. Este hecho significó un giro en sus vidas. Siguió buscando en “ventas de garage” y comenzó a crear un ambiente de hogar cálido y acogedor. La alegría apareció en su vida y en su espíritu.

Es que la casa donde vivimos ejerce un impacto enorme en nuestro estado de ánimo. Pueden hacernos sumir en lo más profundo de la desesperación o bien elevarnos hasta refugios de belleza y rejuvenecimiento. Creo que el alma anhela lugares que sean un santuario y proporcionen equilibrio, lugares que nos recuerden lo que realmente importa en la vida. Desea espacios que estén en armonía con los ciclos de la naturaleza, lugares donde se valoren la bondad, la compasión y la sabiduría--- y donde estas cualidades puedan desarrollarse.